jueves, 15 de marzo de 2012

E-vocaciones (II)

Sigo con el tema de la vocación... creo que obtuve algunos datos importantes: la pasión de Marilita, el cinismo de D., la mediación de S. Pero todavía me falta. Siento que si bien r. abarcó una parte importante del tema, me falta algo. Así que sigo preguntando.


Eduardo, ministro: en alemán, para vocación se usa la misma palabra que para profesión: beruf, que viene del verbo rufen, llamar. En ese sentido, la vocación es un llamado, y un llamado es algo que viene de afuera. Sin embargo, si uno la entiende como revelación o epifanía, entonces la vocación está dentro de uno. Entonces tenemos que diferenciar el llamado a hacer algo de lo que es una necesidad interior, y en eso yo distingo tres puntos:


  1. En primer lugar, el llamado te puede despertar una vocación interior.
  2. La expectativa interior te lleva a hacer cosas independientemente del resultado: la tarea en sí es la que te satisface.
  3. Ahí logramos entender la diferencia entre la vocación y la necesidad: la necesidad te lleva a elegir algo por una razón (social, económica, psicológica, ganas de viajar), y una vez satisfecha la necesidad el interés disminuye.
Anónima, secretario: por mas que sea un cliché, para mi la vocación va por el lado del servicio. Es una forma de contribuir con la sociedad, colaborar con el argentino de una forma poco vista: en la protección de los intereses del país, al servicio de lo que necesite el país, de una manera que mejore la posición de Argentina en el mundo. No sé si hay límites. Dicen que el diplomático cumple funciones las 24 horas, y algo de verdad hay. Uno está todo el tiempo en funciones, y hay que ser cuidadoso incluso en la vida personal. Hay que balancear con la familia porque uno a veces no tiene horarios. Sin faltar al compromiso como funcionario, hay que saber balancearlo con otros aspectos de la vida que no son la carrera.


Anónimo, embajador: es fácil de entender pero difícil de expresar. Tenés miles de temas, absolutamente distintos unos de otros. Tenés por un lado la vocación diplomática en sí misma, y por el otro lado la vocación de servicio: hay miles de cosas por hacer, y si uno lo hace con ganas todo es interesante. Lo nuestro tiene relación con el exterior, y uno puede tener muchas motivaciones para ingresar: el derecho internacional, las relaciones internacionales, el interés por conocer otras culturas. Pero en el fondo es como la vocación del universitario: ¿por qué uno es abogado, o licenciado en lo que fuere? Quizá no hay mucha razón. Después viene la otra parte, las pilas que uno le pone para dedicarse a esto y dedicarse a esto con todo. La vocación es algo parecido a las ganas de servir, ganas de hacer lo que debés hacer. Y eso también vale para el Ministerio de Justicia o de Salud. En el fondo no te contesté, pero es difícil... la vocación son esas ganas de hacer cosas, de tomar un tema y hacer, de cumplir con el deber de uno.

Anónima, aspirante: me parece muy fuerte usar la palabra vocación, porque siento cuando te preguntan eso (en el ISEN, en el coloquio) que se trata de imponer una sensación de sacrificio, servicio, un verso como si estuvieras yendo a África a curar el hambre. No sé si uno tiene vocación diplomática, uno reconoce algo (un tipo de trabajo, un ambiente). No creo que la gente entre sólo por vocación, hay que considerar que el sueldo no es el de un maestro. Hay gente que le quiere dar un tinte de Jesucristo martirizado. Como toda profesión tiene sus pro y sus contra, tiene sus bemoles, y tiene una cuota de sacrificio, pero con una contraprestación elevada.


A. (varón, secretario): la vocación en mi vida, después de haber sufrido un colegio religioso por 15 años, siempre estuvo asociada al llamado religioso, una especie de iluminación divina que te iba a decir lo que tenías que hacer en la vida. Después te das cuenta que esa vocación por ahí no existe. Analizar tu vida en función de esa vocación que está siempre por llegar y no llega es un motivo de frustración, de sentirte como un tonto que no tiene esa vocación que le debería llegar a los hombres justos y responsables y que quieren hacer algo en la vida, no a los parias que se hacen la paja y les gusta mirar televisión. La vocación diplomática no existe: ser diplomático es tener una profesión que te puede gustar más o menos, es una construcción que vas haciendo de acuerdo primero a la clase de la que venís. Muchos argentinos ni siquiera pueden pensar en tener vocación diplomática porque no saben que existe la diplomacia. Pero ese sentido de la vocación diplomática, del servicio a la Patria, es un derivado de sombra de dios, como diría Nietzche. Sustituís a la Iglesia por una sombra de dios que es el Estado, y ser un funcionario del Estado es como ser una especie de cura.




Y en el fondo creo que todos tenemos un poco de razón.... la vocación es lo que uno quiere que sea.

lunes, 12 de marzo de 2012

E-vocaciones (I)

La vocación diplomática. Un término que se usa mucho en la Cancillería. A veces nuestro gerontes lo usan para insinuar que las cosas no son como eran antiguamente, que todo se ha ido al joraca: "los jóvenes que ingresan al ISEN no tienen vocación" o "se ha perdido la vocación". Casi casi como cuando uno escucha a una tía quejarse que el problema de la sociedad actual es que no hay más valores, está todo dado vuelta. Siglo XXI, cambalache, y todos manoseados. Cualquiera es embajador, cualquiera es un ladrón. En otros casos, uno lo escucha como justificación del ingreso a la carrera: "siempre tuve la vocación" o "desde chiquito quise ser diplomático: lo mío es una verdadera vocación".


El primer significado de vocación en el diccionario es el de llamado o inspiración religiosa que por extensión, en lenguaje coloquial pasa a ser una "inclinación a cualquier estado, profesión o carrera". Como buen ateo, me cuesta entender esta acepción. Aunque es práctica para explicar mi ateísmo: si, como dice la Real Academia, la vocación es un llamado de dios, entonces me queda muy claro que en mi caso dios no me llamó. Quizá se olvidaron de pasarle mi teléfono, o justo cuando llamó el celular estaba apagado o fuera del área de cobertura.


La cosa, sin embargo, se me complica cuando trato de entender o justificar mi estado diplomático: la Patria tampoco me llamó, y si llamó no dejó mensajito, y sin embargo acá estoy. De mi parte, puedo decir que el único llamado al que siempre respondo es el llamado de la noche. Y sin embargo no soy DJ ni drag dealer. Entonces me pareció que vale la pena tratar de descubrir qué es eso de la vocación, y volví a mis épocas de periodismo investigativo y salí a preguntar por el Ministerio: ¿qué es la vocación diplomática? ¿Cuáles son los límites de la vocación?


Antes mismo de empezar, discutí el tema con r., que es mucho más riguroso y menos chanta que yo, y me ofreció la siguiente introducción al tema:




"Intentando desbrozar el terreno se me ocurre que como la vocación se adentra profundo en ámbitos de la identidad y la personalidad, lo mejor es tratar de desarmar conceptualmente a un diplomático en esos ámbitos antes de pensar simplemente que es un trabajo como cualquier otro y que la gente lo elige porque no tiene muchas opciones. Bien puede ser el caso pero no tiene sentido pensarlo de esa manera ahora.

  1. Lo primero que uno debería preguntarse es por la vocación por lo público. Yo estoy convencido que la actividad pública y privada se sostienen sobre diferentes valores. Por lo tanto la vocación por la diplomacia debe contener la vocación por lo público.
  2. Lo segundo es la pregunta por el funcionariado público. La vocación por lo público podría expresarse mediante la militancia partidaria, en una ONG, en lugares sin tantas ambigüedades ideológicas ¿Por qué trabajar dentro de los cuadros estables de una burocracia profesional? Yo entiendo que debe haber una respuesta escondida dentro de la vocación de los funcionarios al rol imaginado que uno asigna al estado, a su construcción, y una elaboración acerca de los límites de la lealtad que uno le debe. La vocación diplomática sería una vocación por lo público estatal.
  3. Uno puedo tener 1 y 2 pero podría realizarla trabajando en el Ministerio de Economía ¿Por qué la Cancillería? Yo creo que es muy difícil pensar en definir funcionalmente el trabajo del diplomático. Creo que es el rumbo para el fracaso. Sin embargo, es posible pensar que indispensablemente unida a esta carrera se encuentra la necesidad de vivir largos periodos en el exterior, desarraigarse, relacionarse con otras culturas ¿Es que el concepto vocación puede absorver este tipo de deseo?"
Acto seguido, algunas de las respuestas que obtuve:

Hernán, secretario: es la vocación de servicio de representar al país en cualquier tipo de contexto y situación. Los límites son las cuestiones personales e individuales que hacen a tu vida, por ejemplo, la familia.

Anónima, ministro: poder participar en definiciones de lineamientos y políticas, coadyuvar en el protagonismo del país en un consenso internacional. En el fondo es una utopía. La vocación es llegar temprano, estar todo el día y no darse cuenta.

M. (mujer, Res. 48): es algo que yo no tengo y que se está perdiendo.

D. (varón, consejero): la vocación es una garcha.

S. (mujer, ministro): es un carácter, un temperamento. Somos personas componedoras, no de ruptura. En mi familia estoy siempre en el medio, para negociar entre unos y otros, buscando vías de contacto. Te tienen que interesar otras culturas, y una cierta facilidad de adaptación es esencial. El límite es la familia: ¿hasta dónde estás dispuesto a alejarte de los tuyos?

Marilita, funcionaria: es una pasión, un desafío permanente. Son las ganas de asumir riesgos, decir lo que uno piensa y aportar a una posición nacional para contribuir al desarrollo de nuestro país. El límite es el respeto a uno mismo, y a los valores y principios fundamentales de la condición humana.

Sigue en el próximo post.

viernes, 9 de marzo de 2012

La inteligencia del maracuyá

En el fondo de la casa de mi vieja hay una planta de maracuyá. A veces me cuelgo observando su crecimiento. El maracuyá, o passiflora edulis, es una planta trepadora sudamericana cuya llamativa flor es la flor nacional del Paraguay, y de la que sale una fruta con un sabor cítrico y un poco ácido que está muy de moda en los restaurantes de Palermo en diversas preparaciones. Como buena trepadora, el maracuyá no tiene un tronco que sostiene el crecimiento de la planta, sino que el mismo depende de su capacidad de adherirse a otras superficies que la orientan y le dan sustento.


Ese movimiento del maracuyá tiene como objetivo (como buena parte de todo lo que hacen las plantas) buscar mejor acceso a la luz solar para realizar la fotosíntesis de una manera más eficiente. Para eso, se trepan sobre otras plantas, postes o mismo sobre el cablerío extendido. Distintos tipos de trepadoras usan distintos mecanismos para trepar: el maracuyá utiliza zarcillos, que son como pequeños tallos que salen de las hojas buscando una superficie a la cual adherirse. Esa adhesión es la que le permite su crecimiento.


El zarcillo del maracuyá es como un rulo, como un cable telefónico que se extiende hasta encontrar la superficie indicada, y una vez que la encuentra se le enrosca armando una especie de trampa. Los animales tenemos el sentido de la visión, y nuestro movimiento generalmente se basa en función de un estímulo o reconocimiento visual. Como todos sabemos, las plantas no tienen ojos, entonces los zarcillos se valen de algo parecido al tacto para agarrarse de una superficie de apoyo. Ese "tacto vegetal" se denomina haptotropismo.

A veces me cuelgo largo rato observando el lento avance de los zarcillos, y el rápido avance de la enredadera una vez que encuentra el apoyo adecuado. La estrategia del maracuyá es inteligente, ya que al no necesitar gastar recursos en un tronco fuerte puede dedicarlos a la producción de una flor vistosa y un fruto suculento. Pero también necesita de un control externo porque, librada a sus propias fuerzas, la trepadora puede terminar sofocando a otras plantas al quitarles todo el acceso a la luz solar.

martes, 6 de marzo de 2012

Everyday is like Sunday

No me pasa seguido, eso de querer que todos los días sean domingo. Pero bueno, el domingo fui a ver a Morrissey en vivo por primera vez. No voy a hacerme el cool y decir que fue como ir a un recital cualquiera. Fue una larga espera, desde que el día que cumplí 15 años me regalaron mi primer caset de The Smiths, un super gastado TDK que sonó a morir con los 16 temas de Hatful of Hollow. Han pasado décadas, pero todavía me las conozco de memoria, y en el orden correcto...


Es una historia de desencuentros. Las dos veces que vino a la Argentina yo estaba fuera, y una vez fui contento a verlo en el Fuji Rock, para enterarme que Mozza se había enfermado y habían programado a Primal Scream en su lugar. Igual me contuve en las expectativas... no tiene sentido ilusionarse que uno de repente va a volver a tener 16 años y va a hacer agujeros en el vinilo de The Queen is Dead de tanto rodarlo. Tampoco soñé con que de repente iba a surgir Johnny Marr con su guitarra, Morrissey sacando gladiolos de su bolsillo y que el mundo volvería a ser lo que fue, en los '80.


Aunque por unos minutos lo fue. Cuando empezó con "The first of the gang to die", por ejemplo. Esa oda a los pandilleros chicanos de Los Angeles, seguida por "You have killed me" y "You're the one for me, fatty". La banda sonaba muy bien, y Morrissey retrocedió 25 años en el tiempo, a una época en la que pocas cosas sonaban tan atractivas como ser atropellados por un camión de 10 toneladas, y le siguió con una versión melódica de "Everyday is like Sunday".


Un par de temas del último disco, con "Alma Matters" en el medio, y un poco de tortura con la inefable "Ouija board, ouija board". "I will see you in far-off places" fue como un alivio, en una versión orientalizada, y el punto alto de la noche vino con "I know it's over", una de las canciones de ruptura más impresionantes de la historia, esa fotografía del momento en que la necesidad es más fuerte que el amor, y en el que uno se aferra a algo por absoluta incapacidad de saber hacia donde ir.


"Let me kiss you" y "Black cloud" calmaron un poco las aguas. Si bien yo creía que el público iba a ser onda nostalgia, me sorprendió la cantidad de veinteañeros acompañando canciones compuestas en una época anterior a su mismo nacimiento. Igual, hacia demasiado calor para el festival de Morrissettes. Y la temperatura volvió a subir con "Meat is Murder", acompañada de un video (el único de la noche) con escenas tremendas de maltrato de animales en la industria de procesamiento de alimentos. El refrán modificado (Kill, Eat, Murder) le da una fuerza nueva a la canción. Era el momento político del show, y Mozza volvió a repetir que las Malvinas son argentinas.


A esa altura a Morrissey ya le quedaba poca voz, en un momento puteó por haber salido a hacer un jogging largo durante el día, y "Please please please let me get what I want" sufrió un poco por esa falta de voz. Un tema nuevo ("Scandinavia") y el show cerró con una versión bien ochentosa (y casi instrumental) de "How soon is now", y un bis cortito con "One day goodbye will be farewell".


Con el cancionero acumulado a lo largo de tres décadas, era imposible satisfacer a todo el mundo. V. se quejó de la ausencia de "The more you ignore me, the closer I get", otros querían "Suedehead". A mi me hubiera gustado alguna de "Strangeways, here we come". Pero fueron 85 intensos minutos de un más que digno recital. Y hasta me dieron ganas de postear algo de nuevo....