Eduardo, ministro: en alemán, para vocación se usa la misma palabra que para profesión: beruf, que viene del verbo rufen, llamar. En ese sentido, la vocación es un llamado, y un llamado es algo que viene de afuera. Sin embargo, si uno la entiende como revelación o epifanía, entonces la vocación está dentro de uno. Entonces tenemos que diferenciar el llamado a hacer algo de lo que es una necesidad interior, y en eso yo distingo tres puntos:
- En primer lugar, el llamado te puede despertar una vocación interior.
- La expectativa interior te lleva a hacer cosas independientemente del resultado: la tarea en sí es la que te satisface.
- Ahí logramos entender la diferencia entre la vocación y la necesidad: la necesidad te lleva a elegir algo por una razón (social, económica, psicológica, ganas de viajar), y una vez satisfecha la necesidad el interés disminuye.
Anónima, secretario: por mas que sea un cliché, para mi la vocación va por el lado del servicio. Es una forma de contribuir con la sociedad, colaborar con el argentino de una forma poco vista: en la protección de los intereses del país, al servicio de lo que necesite el país, de una manera que mejore la posición de Argentina en el mundo. No sé si hay límites. Dicen que el diplomático cumple funciones las 24 horas, y algo de verdad hay. Uno está todo el tiempo en funciones, y hay que ser cuidadoso incluso en la vida personal. Hay que balancear con la familia porque uno a veces no tiene horarios. Sin faltar al compromiso como funcionario, hay que saber balancearlo con otros aspectos de la vida que no son la carrera.
Anónimo, embajador: es fácil de entender pero difícil de expresar. Tenés miles de temas, absolutamente distintos unos de otros. Tenés por un lado la vocación diplomática en sí misma, y por el otro lado la vocación de servicio: hay miles de cosas por hacer, y si uno lo hace con ganas todo es interesante. Lo nuestro tiene relación con el exterior, y uno puede tener muchas motivaciones para ingresar: el derecho internacional, las relaciones internacionales, el interés por conocer otras culturas. Pero en el fondo es como la vocación del universitario: ¿por qué uno es abogado, o licenciado en lo que fuere? Quizá no hay mucha razón. Después viene la otra parte, las pilas que uno le pone para dedicarse a esto y dedicarse a esto con todo. La vocación es algo parecido a las ganas de servir, ganas de hacer lo que debés hacer. Y eso también vale para el Ministerio de Justicia o de Salud. En el fondo no te contesté, pero es difícil... la vocación son esas ganas de hacer cosas, de tomar un tema y hacer, de cumplir con el deber de uno.
Anónima, aspirante: me parece muy fuerte usar la palabra vocación, porque siento cuando te preguntan eso (en el ISEN, en el coloquio) que se trata de imponer una sensación de sacrificio, servicio, un verso como si estuvieras yendo a África a curar el hambre. No sé si uno tiene vocación diplomática, uno reconoce algo (un tipo de trabajo, un ambiente). No creo que la gente entre sólo por vocación, hay que considerar que el sueldo no es el de un maestro. Hay gente que le quiere dar un tinte de Jesucristo martirizado. Como toda profesión tiene sus pro y sus contra, tiene sus bemoles, y tiene una cuota de sacrificio, pero con una contraprestación elevada.
A. (varón, secretario): la vocación en mi vida, después de haber sufrido un colegio religioso por 15 años, siempre estuvo asociada al llamado religioso, una especie de iluminación divina que te iba a decir lo que tenías que hacer en la vida. Después te das cuenta que esa vocación por ahí no existe. Analizar tu vida en función de esa vocación que está siempre por llegar y no llega es un motivo de frustración, de sentirte como un tonto que no tiene esa vocación que le debería llegar a los hombres justos y responsables y que quieren hacer algo en la vida, no a los parias que se hacen la paja y les gusta mirar televisión. La vocación diplomática no existe: ser diplomático es tener una profesión que te puede gustar más o menos, es una construcción que vas haciendo de acuerdo primero a la clase de la que venís. Muchos argentinos ni siquiera pueden pensar en tener vocación diplomática porque no saben que existe la diplomacia. Pero ese sentido de la vocación diplomática, del servicio a la Patria, es un derivado de sombra de dios, como diría Nietzche. Sustituís a la Iglesia por una sombra de dios que es el Estado, y ser un funcionario del Estado es como ser una especie de cura.
Y en el fondo creo que todos tenemos un poco de razón.... la vocación es lo que uno quiere que sea.
A. (varón, secretario): la vocación en mi vida, después de haber sufrido un colegio religioso por 15 años, siempre estuvo asociada al llamado religioso, una especie de iluminación divina que te iba a decir lo que tenías que hacer en la vida. Después te das cuenta que esa vocación por ahí no existe. Analizar tu vida en función de esa vocación que está siempre por llegar y no llega es un motivo de frustración, de sentirte como un tonto que no tiene esa vocación que le debería llegar a los hombres justos y responsables y que quieren hacer algo en la vida, no a los parias que se hacen la paja y les gusta mirar televisión. La vocación diplomática no existe: ser diplomático es tener una profesión que te puede gustar más o menos, es una construcción que vas haciendo de acuerdo primero a la clase de la que venís. Muchos argentinos ni siquiera pueden pensar en tener vocación diplomática porque no saben que existe la diplomacia. Pero ese sentido de la vocación diplomática, del servicio a la Patria, es un derivado de sombra de dios, como diría Nietzche. Sustituís a la Iglesia por una sombra de dios que es el Estado, y ser un funcionario del Estado es como ser una especie de cura.
Y en el fondo creo que todos tenemos un poco de razón.... la vocación es lo que uno quiere que sea.